Adiós, pajarito

103 días a tu lado… adiós, pajarito. Nos volveremos a encontrar.

Te querremos siempre.

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4 o’clock

“Un día escribí una larga, larga carta a la luna,
no sería más brillante que tú pero encendí una pequeña vela.

En un polvoriento parque un pájaro sin nombre canta.
¿Dónde estás?
Oh tú, ¿por qué estás llorando?
Tú y yo somos los únicos aquí.
Tú y yo.
Oh tú.

Incluso hoy, vivo moderadamente,
camino en el lugar, con un desgaste moderado,
el sol me sofoca y el mundo me desnuda.
No puedo evitarlo, no hay otra manera.
Me recojo a mi mismo, hecho añicos bajo la luz de la luna.
Yo te llamo hijo de luna.
Somos hijos de la luna.
Respiro el aire frío de la noche.
Sí, estamos viviendo y muriendo al mismo tiempo
pero puedes abrir tus ojos por ahora
al igual que cualquier película, como cualquier diálogo.
El mundo entero es azul bajo la luz de la luna.

En un polvoriento parque un pájaro sin nombre canta.
¿Dónde estás?
Oh tú, ¿por qué estás llorando?
Tú y yo somos los únicos aquí.
Tú y yo.
Oh tú.

Siguiendo dentro de la profunda noche,
el sonido de tu canto trae la roja mañana.
Un paso y otro paso, el amanecer se va
y cuando esa luna se queda dormida, la sombra azul que se quedó conmigo desaparece.

Siguiendo dentro de la profunda noche,
el sonido de tu canto trae la roja mañana.
Un paso y otro paso, el amanecer se va
y cuando esa luna se queda dormida, la sombra azul que se quedó conmigo desaparece.

El amanecer termina
y cuando esa luna se queda dormida
la sombra azul que se quedó conmigo desaparece…”

Letters from a man

«Crecí con un cuerpo desbordante de vitalidad y entusiasmo, pero con un carácter nervioso y ansioso.

Mi mente quería algo más, algo tangible.

Ilustración @MariaNr_Galicia

Buscaba intensamente la realidad, siempre como si la realidad no estuviera ahí. Sin embargo, de repente te das cuenta de lo que tienes que hacer. Escalar”.

– John Menlove Edwards, Letters from a Man

Amoritmos

Esas fachadas inventadas que solo la luna y yo podemos entender. Dos horas a la semana para sentarme frente a ti y quererte a latidos.

Murales con personas pintadas que llevan dentro el recuerdo de otras personas mientras yo agonizo contigo, herrumbre sobre mis hombreras. Instantes de mi, me, conmigo provistos de tanta claridad que deslumbran mi ceguera. Al ritmo de los golpes, son a veces varapalo, a veces hilaridad.

Amoritmos inventados en pie de guerra cuando la luz se ahoga.

Al pensamiento le espanta el rugido de esta boca, pero puesta mi boca en mi mano, el mundo se desvanece y la pena se va.

Dos horas por semana se va.

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