Crítica de cine
La Historia habla por sí sola, un aditivo de pulcritud moral que acecha bajo el ser humano y se deja olfatear a nuestro alrededor es la tónica que nos muestra Hany Abu-Assad en Paradise Now, el paraíso de los que se saben muertos.
Un trágico relato de análogo final, tan generoso como áspero, la misma humanidad hecha pedazos por la realidad de quien es venerada; un culto a la educación, precaria o no, de la orilla del mundo menos conocida y quizá la más tildada por su falta de valores.
La propuesta de este director de origen palestino recrea con arrojo la vida estancada de un muchacho humilde que convive con la fatalidad de la guerra palestino-israelí en Nablus, su ciudad natal, en la que familia y amigos tratan de sobrevivir del modo más digno posible mientras que él, afronta una lucha paralela entre su conciencia y sus anhelos al ser seleccionado con honores por un grupo terrorista palestino para llevar a cabo la primera misión kamikaze de importancia en territorio “opresor”.
No se debe pasar por alto la esencia documental del filme desde su inicio hasta el final, narrado desde un punto de vista al que muy pocos se adhieren, el del suicida, víctima y verdugo de una sociedad vacía de escrúpulos y desdeñada por la cabeza pensante de grupos fanático-religiosos que elevan a sus seguidores a la categoría de “mártires”.
Sin duda alguna, Hany Abu-Assad ha sabido sumir al espectador en un debate sobre el reconocimiento de lo propio como causa del horror y la defensa de las costumbres como una realidad dada, única y verdadera.
Paradise Now reinventa viejos contrastes, olvidados ya, entre las civilizaciones de dudosa integridad que lideran sus batallas por la dignidad de la persona mientras fomentan el odio por los que solo conocen lo que les han enseñado.
Paradise Now puede ser, tan solo, una película más para los que continúan viviendo con los ojos rasgados pero para otros no es la historia la que nos forja sino que somos nosotros los que forjamos a historia.