Y verás tu futuro en el poso de una taza de café
La tarde comenzaba con una invitación a tomar café en las alturas del barrio. Mi amiga lo sabe: no hay lugar en esta ciudad que me apasione más que éste y me invitó a saludarla en su nuevo piso en el centro de todo el meollo, casi rozando la plaza. No me esperaba esa terraza acristalada con efecto invernadero en la que los sillones se vislumbraban entre unos bloques de pallets, el sillón antiguo y la mesa rescatada que me invitaban a sentarme y observar cómo el día se apagaba.
Y en ese ambiente con olor a mar estábamos contándonos todo sin decirnos nada. Entre las batallas diarias, una historia se cruzó entre las frías palabras e hizo que la luz del sol nos tocase la boca, nos secase las lágrimas. Cuántos secretos se esconden en el poso de un café. Cuánta complicidad esperaba latente a ser descubierta.
Y entonces, hablamos de amor. De los libros que te remueven por dentro, de las pasiones que te desencajan, de las vísceras que se estremecen, de cómo puede alguien entrar en una vida y ponerte el alma boca arriba hasta hacerte vomitar (mariposas, claro). Yo, con ese idealismo que me caracteriza y a pesar de mi falta de racionalidad, creo que el amor no existe pero está.
No es más que el momento perfecto entre dos personas que se tropiezan en un mismo camino pero a lo largo del tiempo, ese momento se pausa y cambia. Porque, amigos, los caminos no son rectos y las personas tenemos ritmos diferentes. La persona cambia, el amor cambia y a medida que lo hace te cambia a ti también.
El amor es solo una inesperada coincidencia, como decía mi amiga, «es un espejo en el que te ves a ti mismo reflejado en la otra persona».
Lo hermoso del amor, aunque efímero, se encuentra en el intento de hacerlo real. ¿Cuán valiente serás?¿Cuántas oportunidades dejarás pasar antes de que el momento perfecto cambie y no puedas volver atrás? Dime, ¿has decidido qué futuro quieres ver en el poso de tu taza de café?